Artículo del Sr. Smith
Cuando un charlatán de feria intenta vender un “crece pelos” a un cándido cliente siempre tiene una excusa preparada por si el incauto comprador vuelve al carromato a expresar sus quejas por la ineficacia de la fórmula magistral. Y a veces, desgraciadamente, parece que algunos economistas, por muchos flamantes premios Nobel que posean, actúan como buhoneros de feria.
Es el caso del insigne profesor de la universidad de Columbia, el señor Joseph Stiglitz, quien a tenor de sus últimas declaraciones parece haber obtenido el premio Nobel en la tómbola adyacente del puesto de feria en el que vende al mundo su inservible “crece pelos” y otros ineficientes potingues. En declaraciones formuladas en Pekín, el señor Stiglitz asegura que las soluciones Keynesianas en forma de estímulos Estatales no han tenido éxito porque el gobierno americano (y otros gobiernos del mundo) se quedaron cortos en sus medidas para impulsar la economía. O sea, que si a usted no le ha funcionado el “crece pelo” y sigue calvo, es que no se echó bastante cantidad, compre otro bote y pronto verá los magníficos resultados. Lo que el mercachifle de Stiglitz y otros de su opinión olvidan, es que los incentivos gubernamentales hace mucho que superaron el límite máximo permisible y han situado los porcentajes de déficits públicos de casi todas las economías desarrolladas en unos niveles insoportables. Prácticamente todos las naciones prósperas han gastado mucho más de lo que han ingresado. Esta situación, que para cualquier familia o empresa es insostenible, no lo es menos para una nación. No se puede gastar más de lo que se ingresa indefinidamente. Tarde o temprano hay que pagar las deudas. Pero el señor Stiglitz sigue proponiendo gastar más y más. Lo que el profesor de la universidad de Columbia no explica es cómo piensa pagar los gastos. Es fácil deducir que para pagar todos los dispendios, será necesario incrementar los impuestos, pero esa subida de impuestos, como por ejemplo la planeada subida del IVA en España, supondrá un estancamiento de la economía que invalidará cualquier estímulo puesto en marcha por el gobierno.
Espero que ningún lector piense que soy un engreído y un arrogante que se atreve a cuestionar las afirmaciones de todo un premio Nobel. Nada más lejos de la realidad. No soy yo quien cuestiona a Stiglitz, sino toda la teoría austriaca y economistas de la talla de Hayek, Von Mises, Hazlitt o Jesús Huerta de Soto, a quienes el señor Stiglitz ningunea y obvia, arropado en su errónea concepción Keynesiana de la economía.
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