March 29, 2010

El peligro de la banca pública

Artículo del Sr. Smith

El economista jefe de FUNCAS, Ángel Laborda, concedía la semana pasada en Expansión una interesante entrevista cuyo titular más llamativo es el que anuncia el riesgo de quiebra del estado Español si el ICO concede créditos directos. Quizás la opinión del señor Laborda es algo interesada, al ser juez y parte en el mercado financiero español, pero no le falta razón en su miedo a los males que podría acarrear que un organismo público intervenga en el mercado bancario, no ya regulando como hace (o debería hacer) el Banco de España, sino realizando una competencia desleal a los agentes existentes.

La concesión de créditos por parte de entidades privadas garantiza un mínimo de eficacia y provoca, a la larga, que los recursos se empleen eficientemente. Una entidad privada, tal y como ya señalaba Henry Hazlitt a mediados del siglo pasado en su obra La economía en una lección, se preocupará de prestar sus fondos a acreedores solventes que cuenten con una alta probabilidad de poder devolver los capitales prestados. Y aunque la burbuja inmobiliaria, provocada por los bajos tipos de interés de la primera década del siglo, haya convertido las exigencias de solvencia de las entidades de crédito en algo más laxas de lo deseable, el sector privado nunca concede créditos por motivos políticos sino simplemente guiados por una búsqueda de rentabilidad que optimiza los recursos financieros de la sociedad.

Todas estas ventajas desaparecen cuando los créditos son concedidos por la banca pública. Al recaer la decisión sobre si conceder o no un crédito sobre un funcionario cuyos objetivos no son de rentabilidad sino políticos, no se garantiza que el crédito sea devuelto, y los recursos financieros de la sociedad pueden empezar a malgastarse. Esto que digo no es ciencia ficción, y en Estados Unidos lo saben muy bien. En el país Norteamericano, puesto como ejemplo comúnmente de sistema capitalista, ultraliberal y antisolidario, crearon dos gigantes financieros semipúblicos; los tristemente famosos Freddie Mac y Fannie Mae, eran instituciones encargadas de facilitar liquidez para hipotecas a familias de bajos recursos. En una vil concepción de entidad bancaria, Freddie Mac y Fannie Mae prestaban dinero a particulares repartiendo sus beneficios entre los accionistas, pero con un envenenado privilegio. Las hipotecas concedidas por Freddie Mac y Fannie Mae estaban implícitamente garantizadas por el Estado. Es decir, si los créditos no eran devueltos, la parte estatal correría con las pérdidas. Así, sin ningún tipo de cortapisas ambas entidades se lanzaron a comprar títulos hipotecarios hasta llegar o poseer o garantizar el 50% del mercado estadounidense. Estas entidades, que no pueden definirse como banca pública pero se acercan, favorecieron e intensificaron la burbuja inmobiliaria americana. Con este sistema, se consigue que los beneficios se los queden los accionistas de los bancos, y sin embargo, cuando hay pérdidas las respalda el conjunto de la sociedad. No se incentivan las buenas inversiones. No se ponen reparos a las malas inversiones. Sí fluye, el crédito para que se realicen inversiones, pero no existen barreras a las malas inversiones que son las que terminan provocando las crisis.

Imaginen un banco que prestase dinero sin importarle si el deudor lo rembolsará. Se lo prestaría a cualquiera, aunque ese préstamo estuviese destinado a ser vilipendiado en juergas y fiestas. Pues bien, algo parecido puede pasar si quien concede los préstamos no se juega su propio capital en ello sino lo de los contribuyentes.

La crisis actual, provocada por una ola de malas inversiones en inmuebles, ha contado con el catalizador de los bancos centrales, que creaban dinero barato para que las entidades bancarias pudieran conceder créditos a mansalva. Este exceso de créditos ha sido, a la larga, contraproducente. La economía se emborrachó de crédito, por lo que ahora, irremediablemente, toca un periodo de abstinencia. ¿Qué sentido tiene crear una banca pública que vuelva a drenar crédito, cuando el problema es que se ha prestado más de lo había ahorrado? Si el problema de la primera década del siglo XXI fue que se prestó dinero indiscriminadamente, ¿porqué continuar con ese error?

Durante la época de bonanza, los bancos centrales, interesados en un crecimiento artificial de la economía, se dedicaron a incentivar el crédito mediante una política de dinero barato (tipos de interés bajos). Pero este irreal estado de los precios del dinero no podía llegar lejos y, tras unos años de bonanza, el mercado dijo basta y estalló la burbuja inmobiliaria. Y ahora, con el crédito frenado en seco por motivos naturales, los poderes públicos buscan otro método de volverlo a incrementarlo. Este método es la banca pública. Es decir, el propio Estado decide que se debe prestar dinero. Cuando ningún agente del mercado quiere hacerlo, el Estado, guiado por motivos políticos e irracionales, decide que sí que se debe prestar dinero.

Y además, lo presta sin ningún criterio de rentabilidad. O lo que es lo mismo, se presta el dinero sin importar si será devuelto o no. El estado juega con el dinero de los contribuyentes y, como ocurre siempre, el capital que un contribuyente no está dispuesto a prestar a otro cuando está en su bolsillo, una vez que ha pasado a formar parte de las arcas públicas es prestado sin ningún tipo de inconveniente
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March 24, 2010

Stiglitz, el buhonero

Artículo del Sr. Smith

Cuando un charlatán de feria intenta vender un “crece pelos” a un cándido cliente siempre tiene una excusa preparada por si el incauto comprador vuelve al carromato a expresar sus quejas por la ineficacia de la fórmula magistral. Y a veces, desgraciadamente, parece que algunos economistas, por muchos flamantes premios Nobel que posean, actúan como buhoneros de feria.

Es el caso del insigne profesor de la universidad de Columbia, el señor Joseph Stiglitz, quien a tenor de sus últimas declaraciones parece haber obtenido el premio Nobel en la tómbola adyacente del puesto de feria en el que vende al mundo su inservible “crece pelos” y otros ineficientes potingues. En declaraciones formuladas en Pekín, el señor Stiglitz asegura que las soluciones Keynesianas en forma de estímulos Estatales no han tenido éxito porque el gobierno americano (y otros gobiernos del mundo) se quedaron cortos en sus medidas para impulsar la economía. O sea, que si a usted no le ha funcionado el “crece pelo” y sigue calvo, es que no se echó bastante cantidad, compre otro bote y pronto verá los magníficos resultados. Lo que el mercachifle de Stiglitz y otros de su opinión olvidan, es que los incentivos gubernamentales hace mucho que superaron el límite máximo permisible y han situado los porcentajes de déficits públicos de casi todas las economías desarrolladas en unos niveles insoportables. Prácticamente todos las naciones prósperas han gastado mucho más de lo que han ingresado. Esta situación, que para cualquier familia o empresa es insostenible, no lo es menos para una nación. No se puede gastar más de lo que se ingresa indefinidamente. Tarde o temprano hay que pagar las deudas. Pero el señor Stiglitz sigue proponiendo gastar más y más. Lo que el profesor de la universidad de Columbia no explica es cómo piensa pagar los gastos. Es fácil deducir que para pagar todos los dispendios, será necesario incrementar los impuestos, pero esa subida de impuestos, como por ejemplo la planeada subida del IVA en España, supondrá un estancamiento de la economía que invalidará cualquier estímulo puesto en marcha por el gobierno.

Espero que ningún lector piense que soy un engreído y un arrogante que se atreve a cuestionar las afirmaciones de todo un premio Nobel. Nada más lejos de la realidad. No soy yo quien cuestiona a Stiglitz, sino toda la teoría austriaca y economistas de la talla de Hayek, Von Mises, Hazlitt o Jesús Huerta de Soto, a quienes el señor Stiglitz ningunea y obvia, arropado en su errónea concepción Keynesiana de la economía.

February 07, 2010

Ciudadanos en la dirección errónea

Retomamos Keynes is Dead después de tomarnos un tiempo para otras prioridades. Hay muchísimo que comentar de este último mes, pero vamos a tomar un camino alternativo que habitualmente los analistas, incluso los defensores del libre mercado, no se atreven a tomar: criticar directamente al ciudadano. Para ello comentaremos dos noticias, una de ellas que está ocurriendo en estos momentos, mientras que la segunda que se remonta a unos meses atrás.

- Encierro en El Coronil

Un grupo de unas 50 mujeres llevan encerradas varias semanas en el ayuntamiento de El Coronil, en la provincia de Sevilla. Su reivindicación es participar en el reparto de trabajo proveniente del Plan-E, ese megaplan keynesiano perpetrado por Zapatero con el consentimiento de fuerzas políticas como IU, y la vergonzante mirada hacia otro lado del PP, cuyos ayuntamientos también han recibido buena parte de los más de 5.000 millones de euros ya repartidos.

Las mujeres de El Coronil están en una situación familiar crítica. Muchas familias tienes todos sus miembros desempleados. En algunos de sus hogares la situación es desesperada. No vamos a negar eso. Lo que criticamos profundamente es el sentido del encierro. Su pretensión es participar en el reparto. No se critica el despilfarro, se critica su reparto. Si el reparto me toca a mí, la crítica deseparece, el Plan-E pasa a ser una bendición zapateril, el hecho de que los fondos del plan salgan de los impuestos de otras personas y de un aumento de la deuda que afectará muy seriamente a la vida de sus hijos se ignora.

¿Se han planteado las mujeres de El Coronil que lo que piden sólo es posible confiscando la riqueza de otras personas? Probablemente algunas sí, pero lo verán justificado, "los ricos deben pagar más" se insiste desde posiciones comunistas. ¿Se han parado a pensar por qué? Que los terratenientes esquilmaran la riqueza de Andalucía no es razón para ahora extorsionar con la fuerza de la bastarda ley de la democracia la riqueza de otros.

Algunos analistas disculpan esta actitud extendidísima en toda la población. "La culpa es de los políticos" dicen. Y sí que lo es, pero también del ciudadano que no se cuestiona nada.

Ojalá que la vida de estas mujeres mejore en los próximos meses. Pero unas migajas del pastel del Plan-E no serán más que pan para hoy y mucha hambre para mañana. Reflexionen sobre ello, no es sólo su futuro inmediato lo que cuenta, también el futuro de sus hijos que no se va a sostener en planes-E, sino en libertad económica.

- Trabajo por sorteo

Los ciudadanos del municipio granadino de Jun decidieron ahorrar en el alumbrado de navidad para poder disponer de cuatro puestos de trabajo adicional que ayudaran a los parados de su pueblo. El sorteo fue muy emotivo. No nos extraña. La situación de los parados de larga duración es especialmente crítica. Pero nuestra pregunta es: ¿nadie se ha planteado la tamaña estupidez que supone dicha medida? La democracia asegura pocas cosas, pero a buen seguro una de las que no asegura es inteligencia en la toma de decisiones.

No criticamos el ahorro en el alumbrado de Navidad, ojalá desapareciera todo el gasto público relacionado con los adornos festivos. Criticamos la sinrazón de ofrecer puestos de trabajo añadida a la elección por sorteo de los afortunados.

Un puesto de trabajo tiene una razón económica fundamental. Creo riqueza si el ingreso que produce es mayor que su gasto. La única forma de conocer el ingreso producido es a través del mercado que es la única manera posible de determinar de manera precisa las preferencias de los agentes económicos. La kafkiana -con perdón para Kafka- decisión popular se desvía de dicha regla por dos motivos. En primer lugar, el puesto de trabajo en sí no puede medirse en ingresos simplemente porque su función no es determinada por el consumidor del servicio prestado, sino por el propio proveedor, en este caso el ayuntamiento. Pero dicha razón se da en cualesquiera de los millones de empleos públicos existentes en Andalucía. Lo que hace especialmente llamativa la medida es que, ceteris paribus, el daño es menor si el trabajador seleccionado es aquel que puede aportar mayor productividad al servicio concreto del ayuntamiento. El sorteo implica que la pérdida de eficiencia es simplemente dejada a la suerte.

Desde el pensamiento único se dirá que no tenemos en cuenta el drama humano. No se pueden equivocar más. Si sólo tenemos en cuenta el drama humano de los cuatro agraciados, vemos lo que se ve, pero nos olvidamos de lo que Bastiat una y otra vez quiso mostrar: "lo que no se ve". Se ve a 4 personas trabajando, no se ve que el dinero ahorrado si se hubiese destinado a bajar impuestos, podría haber permitido que los ciudadanos lo emplearan en aquello que más hubiesen necesitado promoviendo las actividades económicas que producen más riqueza para los propios ciudadanos o incluso, aumentando el ahorro, lo cual es base indispensable para la inversión, sin la cual salir de la crisis no es más que un sueño inútil.