September 22, 2009

Cuatro demonizaciones injustas

Quizás porque tenemos algunos conceptos demasiado interiorizados y porque creemos que es insensible o poco solidario plantearse lo contrario, nos cuesta mucho trabajo cuestionarnos determinado tipo de axiomas. Por ello, creo existen términos que son mayoritariamente demonizados y sobre los que resulta interesante reflexionar.

LA CODICIA

La codicia humana ha sido, incluso oficialmente, señalada como la culpable de la actual crisis. Sin embargo, como he expuesto en otras ocasiones, la avaricia ha existido y existirá siempre. Forma parte de la naturaleza del ser humano. Por tanto, que un economista culpe de la crisis al anhelo humano de acaparar riquezas es como que alguien culpe al sol del cambio climático. La codicia, como el sol, ha estado siempre ahí. La economía, como ciencia social que es, estudia el comportamiento y las decisiones de los seres humanos. Por tanto, cualquier sistema económico y cualquier ideología deben tener en cuenta la codicia como una variable constante y relevante. Una de las carencias de muchas corrientes ideológicas, e incluso del orden económico predominante en el mundo civilizado, es no tener en cuenta la imperturbable e influyente presencia de agentes económicos ambiciosos.

Sin embargo, con el menosprecio a su influencia no acaban los equívocos relativos a la codicia. Es muy común, y más ahora en plena recesión, atribuir al término una connotación negativa. ¿Es malo ser ambicioso? Todo lo contrario. De hecho, hasta cierto punto, es la ambición la que mueve el mundo y la que produce el progreso humano. Si en el sistema económico no existieran agentes con el deseo de mejorar su situación no existirían empresarios, nadie arriesgaría sus ahorros para montar un negocio y no se crearía empleo. La avaricia, además de ser inevitable, es, en cierto modo, necesaria.

LAS DESIGUALDADES

Por el mismo motivo por el que la ambición es necesaria e inevitable, es necesario e inevitable que existan desigualdades sociales. Supongo que muchos lectores estarán ya poniendo el grito en el cielo ante tal afirmación, pero permítanme que justifique mi posición.

Al afirmar que deben existir desigualdades no pretendo defender la existencia de personas que vivan indignamente, a las que se excluya, o cuyos ingresos deban ser necesariamente inferiores al umbral de pobreza. Para entendernos, no es necesaria la presencia de pobres, pero sí es indispensable la presencia de ricos. Los adinerados, tan demonizados generalmente y a los que constantemente se quiere subir los impuestos y culpar de la crisis, son los que invierten, los que crean empresas, y por ende empleos y, queramos o no, los que crean riqueza. Subir constantemente los impuestos a las rentas altas, por muy solidario y bien intencionado que pueda ser es, desgraciadamente, contraproducente, ya que desincentiva la creación de empleos.
Por otro lado, al tiempo que las desigualdades son en cierta forma necesarias, también son inevitables. Los seres humanos no somos todos iguales. Unos son más guapos y otros menos. Unos son más altos y otros menos. Unos son más capacitados para los negocios y otros menos. Unos son mejores deportistas y otros menos. Ya me gustaría que todos fuéramos iguales, al menos en el tema deportivo, para cobrar yo lo que cobra Cristiano Ronaldo. Las diferencias entre las personas existen y existirán siempre, por mucho que en algunos momentos de la historia cierta raza como la aria intentara evitarlo. Podemos ser solidarios con los desfavorecidos, pero no podemos evitar las desigualdades. Por ello, intentar redistribuir la riqueza a base de subir incesantemente los impuestos a los ricos es, además de un brindis al sol, contraproducente para el progreso económico.

CRISIS

Otro vocablo al que se demoniza incuestionablemente es el tan de moda término “crisis”. Evidentemente, una recesión como la actual no es ni deseable ni beneficiosa, pero ¿era necesario llegar a esto?

Verán, tal y como explica la teoría austriaca, la crisis es la herramienta que tiene la economía para depurar las inversiones erróneas. Por ello, si es inevitable que en la sociedad se produzcan malas inversiones, evitar las depresiones económicas se antoja algo imposible. Cuando los políticos y los dirigentes de los Bancos Centrales intentan evitar una crisis, lo único que consiguen es retrasarla. Y cuanto más la retrasen más grave serán las consecuencias. Se ha explicado muchas veces que bajar los tipos de interés es como dar más whisky al borracho para evitar la resaca. No es posible evitar la resaca, y cuanto más la retrasemos a base de más alcohol, peor será el malestar posterior. Bajar los tipos de interés no evita el depurar las malas inversiones sino que lo retrasa.

Durante más de un siglo las autoridades monetarias han intentado evitar los periodos contractivos sin ningún resultado. Sólo han conseguido retrasarlos y, como consecuencia, agravarlos. Cuanto más largo sea el periodo expansivo, más grave será el crac al engordarse las malas inversiones y las burbujas.

Las crisis son, en el sistema actual con dinero fiduciario y patrón Dólar, inevitables.

PARAISOS FISCALES

Una obsesión de nuestros políticos es, mayoritariamente, acabar con los paraísos fiscales e incluso últimamente con el movimiento de capitales. Lógicamente, igual que a McDonald´s, a Telefónica o a Coca-cola no les gusta la competencia, a los gobiernos del mundo no les gusta que otros estados instauren precios (impuestos) más baratos. Pero si al ciudadano le interesa la competencia entre Coca-cola y Pepsi ya que les obliga a bajar los precios ¿por qué no les iba a interesar la competencia entre gobiernos a la hora de fijar impuestos?

Para todos los ciudadanos, quizás con la excepción de los accionistas de Coca-cola, es beneficioso que la compañía baje los precios obligada por la competencia de Pepsi. Por tanto, cualquiera afirmaría que la bajada de precios de Coca-cola es positiva para el conjunto de los ciudadanos. Traslademos este ejemplo a los impuestos. Para todos los ciudadanos en particular, quizás con la excepción de los que se dedican a la política, es bueno que les bajen los impuestos. Y sin embargo, los políticos se encargan de romper el axioma en aras del bien común. ¿Cómo podría algo beneficioso para todos los ciudadanos ser perjudicial para el bien común? La conclusión es que los dirigentes, aún cuando quieran justificarlo con el bien común, sólo piensan en su interés personal. A los gobernantes les hacen falta fondos para poder llevar a cabo infinidad de medidas que, aún cuando en ocasiones son inútiles e incluso perjudiciales para la ciudadanía, son llamativas, populistas y embaucadoras, y por tanto son ideales a la hora de captar votantes. Pero no se engañen, excluyendo el interés de los políticos, la competencia entre estados a la hora de fijar impuestos es positiva para la ciudadanía.

Fdo: Sr. Smith